La ética en la atención a personas mayores se hace necesaria si queremos brindarles una asistencia de calidad, pero cabría preguntarnos si la estamos aplicando realmente, es decir, ¿damos la posibilidad a la persona mayor para que valore su situación y tome decisiones de forma racional e independiente sobre la misma? ¿Se le proporciona la información adecuada en cuanto a los riesgos y los beneficios que puede obtener en la aplicación de un determinado tratamiento? ¿Se respeta su privacidad y dignidad? ¿Se respetan sus derechos? ¿Se les proporciona calidad en la atención del servicio con el fin de que consigan mejorar su calidad de vida, independientemente de la enfermedad que tengan diagnosticada?
Debemos recordar que todo ser humano debe ser tratado respetando sus derechos, su dignidad, sus creencias y valores, dejando de lado cualquier manifestación encaminada a la discriminación.
Si nos dirigimos hacia la población de las personas mayores, podemos decir que estamos ante un sector poblacional que requiere de una gran y eficaz red de ayuda, no sólo a nivel familiar sino también a nivel institucional y de la misma sociedad, ya que la dependencia provoca un desequilibrio ocupacional importante en la vida de la persona mayor y su entorno, desequilibrio que le lleva a sufrir diferentes alteraciones en su estilo de vida, ya no sólo a nivel físico sino que también afecta a su estado psicológico, mental y económico. Y es aquí, probablemente, donde la ética tiene más relevancia si cabe, porque dar a la persona mayor una asistencia de calidad en esta etapa de su vida se convierte en uno de los principales objetivos para salvaguardar su bienestar y su dignidad.
Dicho todo esto, con la llegada del Covid-19, ¿qué ha ocurrido? ¿Se ha protegido a este colectivo, o por el contrario, se les ha abandonado? ¿Qué conclusión podemos sacar?
Son preguntas que debemos plantearnos y reflexionar sobre la gestión que se ha llevado hasta el momento en esta crisis sanitaria.
Viendo diferentes informes y noticias en los medios de comunicación, podemos decir que, en términos generales, la gestión por parte de las instituciones públicas llevada a cabo durante esta pandemia no ha garantizado su protección y seguridad. La cifra de personas que han fallecido en las residencias ha sido escandalosa.
Finalidad Asistencial
Ante esta situación, es necesario que todos recordemos que la finalidad asistencial tiene tres objetivos básicos y fundamentales:
- Prevenir, utilizando los recursos necesarios, aquellas situaciones que impliquen un riesgo de desequilibrio en el estado de bienestar de la persona mayor.
- Detectar y Evaluar indicadores reconocidos como factores de riesgo.
- Intervenir en todas aquellas situaciones que han sido detectadas como situaciones de riesgo.
Conclusiones
La ética asistencial junto con las ayudas sociales y económicas son fundamentales para garantizar una mejora en la calidad de vida de la población, especialmente en la población de la tercera edad, y, proporcionar de este modo un estado de salud y bienestar óptimo mediante la implantación de programas que promuevan el envejecimiento activo.
Tener en cuenta los objetivos básicos y fundamentales de la finalidad asistencial, y utilizar las herramientas necesarias para conseguir mejorar su calidad de vida, su autonomía personal, independencia y protección es necesario si queremos garantizar su estado de bienestar, seguridad y proteger sus derechos como individuos dentro de una sociedad.